
Mi mundo interior es muy espacioso, fresco y super tranquilo. La luz que lo cubre es muy tenue, como una barrera hacia el mundo exterior. Es muy egoísta con su espacio y muestra repugnancia hacia cualquier intruso. Es un espacio muy protegido que sólo quiero compartir con El Señor. Sólo hay espacio para Dos.
Mi espíritu nacido de nuevo es perfecto, porque ha sido justificado. Tengo paz con mi cuerpo. Su gracia me ha enseñado a amar mi apariencia física. Y estoy sumamente agradecida por el tiempo que me ha permitido ocupar este cuerpo. Alabo a Dios diariamente por bendecirme con tan hermosa salud.

La reina de mi mundo interior es mi alma. Y tiene diferentes compartimentos, el principal de ellos es la mente. Es muy activa y no tiene problemas, porque ha encontrado la fuente de su fuerza: la Palabra. Pero la voluntad, los sentimientos y las emociones están en estado latente.

La luz en estos compartimentos es gris oscura, debido a la larga espera. Un tono oscuro produce sueño. Estos lugares de mi alma están dormidos. Sin embargo, esperaré y no los despertaré hasta que ellos quieran.

“Os conjuro, oh doncellas de Jerusalén, Que no despertéis ni hagáis velar al amor, Hasta que quiera.”(Cantares 8:4).
¡Esta es mi historia! ¿Cuál es la tuya?